QUERIDO AMIGO:
Yo tengo una bala en el pecho. A medio centímetro del corazón.
El sujeto que me disparó a bocajarro escondía un arma de bajo calibre; casi muero. Se me colapsó el pulmón. Siempre llevaré el proyectil de plomo conmigo; insertado, encapsulado; no se puede extraer. Los médicos dijeron que mi cuerpo lo aceptaría como huésped inocuo. Tanto que me olvidaría de él. Y así ha sido. Durante varios meses. Pero últimamente ha comenzado a producirme punzadas recordatorias de mi vulnerabilidad. Es entonces cuando tiendo a hablar más claro. Y la gente se incomoda. Espero que tú no.
Amigo, la vida pasa muy rápido. Y es frágil. No podemos desperdiciar tiempo andando por las ramas.
He decidido escribirte una carta muy especial, de hombre a hombre, pero como amigos. Ahora que la relación entre tú y mi hija se ha vuelto más seria, necesitamos abordar ciertos temas. Te expondré mis pensamientos con total transparencia; como el jugador de naipes que baja sus cartas y muestra la mano que tenía. Con un propósito: después de que leas esta carta, me gustaría que nos reuniéramos para charlar a solas.
Mejor antes que después.
No pretendo confrontarte, hacerte advertencias o juzgarte. Al contario; de entrada quiero decirte que te aprecio y respeto. Por una razón muy simple: mi hija te eligió. Ella ha esperado durante años a una persona especial, de modo que si se ha fijado en ti y te considera un buen hombre, es porque debes serlo. No voy a poner en tela de juicio tu calidad humana; solo voy a plantear algunos temas importantes de conversación.
Creo que tú y yo somos parecidos.
EXISTEN DOS TIPOS DE HOMBRES.
Sé que cuando nos referimos a personas no podemos hacer una clasificación tajante ni dicotomías absolutas tipo blanco y negro, pues hay muchos tonos de gris y todos tenemos diversas etapas de fortaleza y debilidad —a veces estamos más de un lado del espectro y en ocasiones nos movemos al otro extremo—, pero en términos ilustrativos me gusta entenderlo así:
Existen dos tipos de varones.
Los hombres—HOMBRES.
Esoscuya palabra vale: honestos, valientes, vigorosos, seguros, sensibles, enfocados en sus prioridades, coherentes, íntegros; fuente de ayuda e inspiración para otros; negociadores inteligentes; capaces de luchar por su princesa y conquistarla día a día.
Los HOMBRECITOS.
Esos que dicen una cosa y hacen otra; mentirosos, cobardes, lloricas, inseguros, egoístas, agresivos; evasores de problemas; acostumbrados a echarle la culpa a su mujer —a quien no saben proteger ni conquistar—, de todo lo malo que pasa en sus vidas.
Por supuesto, considero que tú y yo somos del primer tipo.
Y los hombres-HOMBRES se ponen de acuerdo.
Muchas veces ocurre que los socios de un proyecto quieren hacer aclaraciones fundamentales cuando las cosas están avanzadas y es demasiado tarde para desandar el camino. Ésa es la razón por la que ocurren tantas fracturas entre gente buena.
Como socios, hablemos sobre nuestras preocupaciones, expectativas, roles y estrategias en ese importantísimo proyecto común: la felicidad de la mujer a quien los dos adoramos: mi hija, y tal vez, tu futura esposa…
Sé que esta iniciativa de mi parte puede parecer intrusiva y hasta anticuada. ¿Qué tengo que ver yo en el tema del romance de mi hija (una persona adulta), con otra persona adulta (tú)? ¿No acaso el amor de pareja concierne sólo a la pareja? ¿No se supone que las reglas de sentido común obligan a los familiares políticos (sobre todo, suegros) a mantenerse al margen de las relaciones amorosas de sus hijos para beneficio de las mismas relaciones?
Yo entiendo esos paradigmas y coincido con buena parte de ellos; no te preocupes. Sé que en el futuro, estaré obligado a callarme y alejarme para que mi hija y tú arreglen sus asuntos SOLOS. Sé que deberán aprender, madurar y crecer como pareja sin la intervención o supervisión más que de ustedes mismos y de sus propias conciencias.
Pero ese momento no ha llegado todavía.
Éste es el momento en el que tú y yo tenemos que hablar claro.
Desde hace años he pensado en escribir esta carta. No sabía quién sería el destinatario. Tampoco quería anticiparme a los hechos hasta conocerlo. Pero el tema me robó la paz muchas noches y fue motivo para mí de innumerables insomnios.
En mis duermevelas, entre amargas y emotivas, he imaginado la siguiente escena:
Un hombre joven, vestido de traje oscuro y peinado con esmero, está de pie, ante el altar, mirando hacia el pórtico de la iglesia. Mucha gente ataviada con elegancia observa expectante. Algunos asoman sus cámaras para fotografiar el pasillo. Se escucha música solemne. Comienzo a caminar despacio, apretando los dientes para evitar que el nudo en la garganta me haga mostrar un gesto contrariado. Tomada de mi brazo camina mi hija. Avanzamos juntos para hacer algo que sólo pensarlo me estremece: Entregarla.
¡Entregarla!
En algunas ceremonias, el culto establecido obliga al ministro a formular una pregunta más aclaratoria y (si se me permite el adjetivo) hasta incisiva. Para que no quede duda alguna, en frente de todos los congregantes que se encuentran de pie. La máxima autoridad cuestiona:
—¿Quién entrega a esta mujer?
Entonces el papá de la novia contesta:
—Yo, su padre —dice su nombre completo, y a veces agrega—: junto con su madre.
El ministro sienta a la gente y se escucha un canto.
Entre sonrisas y fotos, en una escena pública que pretende ser romántica, pero en realidad es cruel, al padre le es arrancada una parte de su corazón.
¿Estoy exagerando? No lo creas. Lo entenderás cuando tengas una hija.
Hablando en plata:
El más grande tesoro de mi vida es esa princesa.
Voy a decírtelo en términos que cualquier hombre-HOMBRE, dispuesto a abrirse paso en el mundo financiero, puede comprender:
Tú sabes lo que es invertir tiempo, trabajo y dinero en un negocio o en una obra creativa. Lo has hecho. Mientras más de ti has dado en un proyecto, más lo amas. Por ejemplo, cuando le has invertido todo lo que tienes en la casa donde vives, no querrás venderla; pero si necesitaras hacerlo, nunca nadie podría pagarte lo suficiente por ella; la casa en la que has depositado una parte invaluable de ti no tiene precio.
A las personas también “se les invierte”, por decirlo así.
Desde que nació mi princesa, he invertido en ella todo mi capital emocional, afectivo, intelectual, económico y espiritual. Trabajando para ella, pensando en ella, comportándome con dignidad para honrarla y generando recursos para tener algo mejor que darle; soñando con su futuro, desarrollando estrategias y tomando acciones con el fin de ayudarla a ser más feliz.
Nada de lo que he logrado en la vida vale tanto ni es tan importante como mi hija.
Dejando eso en claro, entenderás por qué desde hace años he soñado (a veces como pesadilla) en el día que alguien (un perfecto desconocido) llegue a pedirme que se la dé. Y peor aún, en el día en que camine con ella por el pasillo adornado para dársela…
No estoy sugiriendo que ella sea “un objeto sin voluntad susceptible de ser dado o recibido en posesión”. ¡De ninguna manera! Mi hija es una persona autónoma, independiente; se casará con quien ella elija bajo total libertad. Yo no soy nadie para pretenderme su dueño. En términos reales no voy a “dártela”. Si ella se da a ti, lo hará porque quiera hacerlo. Pero en términos simbólicos de protección y cuidado directo, sí. Yo te la entrego con la condición de que sepas valorarla, de que la ames de verdad…
¡Y nunca en mi vida he usado el verbo amar con más amplitud y fuerza!
Porque si algo sé del amor, me lo ha enseñado ella.
Cuando me balearon y estuve a punto de morir, no se separó de mi lado ni de día ni de noche. Yo luchaba por superar los efectos de una reciente hemorragia interna y por entender lo que no tenía explicación. Junto a la cama del hospital, vi entre nubes el rostro de mi princesa, dulce y cariñoso, bañado en lágrimas, pero siempre animándome.
Días antes, manejaba despreocupadamente por la avenida que conduce a mi casa. Había oscurecido. Las lámparas urbanas alumbraban la calle con un haz amarillento; había poco tráfico. En un crucero frente al semáforo en rojo, observé con asombro a tres sujetos persiguiendo a un joven que acababa de atravesar la avenida corriendo y saltando como liebre por el camellón. Vi que lo alcanzaron para derribarlo frente a mi auto. Ya en el suelo, comenzaron a golpearlo. Primero toqué el claxon tratando de evitar que lo molieran a patadas. Luego me bajé del coche. La escena era grotesca, inadmisible. ¿Cómo podían esos tipos arremeter con tal furia para lastimar a un joven endeble que parecía tan indefenso? ¿Y por qué? Si el muchacho había cometido algún ilícito bastaba con detenerlo y llevarlo a la policía. No era necesario golpearlo de esa forma.
Me acerqué y grité que dejaran al jovencito en paz. Puse mi mano en la espalda del maleante más sanguinario para tratar de calmarlo, pero se dio la vuelta y me disparó. Jamás vi el arma escondida en su chaqueta. Tampoco anticipé su movimiento. Todo ocurrió muy rápido. Al momento del estallido sentí que mis costillas se fracturaban como si hubiesen sido embestidas con una barra de hierro. Caí al suelo sin poder respirar. Ahí recibí otro balazo en el abdomen. Mi pulmón izquierdo se colapsó y el orificio en el bajo vientre comenzó a drenar la sangre del torrente circulatorio.
¿Por qué ocurrió eso? Estuve en el lugar equivocado con las personas incorrectas en el momento inadecuado. Pero aún lo más extraño del ayer suele tener una lógica y un propósito que sólo entendemos a largo plazo. Quién sabe; tal vez de no haber pasado yo por ahí, tú habrías muerto ¡y mi hija no estaría pensando en casarse contigo!
Porque el muchacho a quien esos tipos estaban golpeando eras tú.
Cuando los delincuentes huyeron, la víctima original se convirtió en rescatador y el rescatador se volvió víctima. Te moviste rápido. Conseguiste los primeros auxilios que me salvaron. ¡Y permaneciste cerca durante el tiempo que estuve en terapia intensiva! Ahí conociste a mi hija. La viste llorando de rodillas junto a mi cama, tomándome de la mano y suplicándome que me esforzara por vivir.
También te encontraste con mi esposa. Enfrentaste a las autoridades, hiciste declaraciones y diste la cara con valor; pudiendo evitarte problemas, permaneciste presente, atento a mi recuperación. Pensé que tu presencia estaba motivada por un sentimiento de gratitud, pero hoy entiendo que había otras razones: el flechazo de Cupido; los primeros vestigios de cariño hacia una mujer cuyo amor, por otro lado, ha motivado a su padre a vivir y a mantenerse en pie la mitad de su existencia.
Interesante convergencia.
¿Quién entrega a esa mujer?
—Yo, su padre…
(Mmmh).
Hace tiempo que había olvidado la bala albergada en mi pulmón. No me había causado el más mínimo dolor. Pero esta semana ha comenzado a punzarme: desde que te paraste en mi oficina para decirme que amas a mi princesa y que tienes “intenciones serias” con ella.
¡Intenciones serias! Eso dijiste. Simple y llano. Sentí una leve punzada como discreto alfilerazo en el tórax y te prometí que hablaríamos después.
Como en mi cabeza hay un hervidero de ideas, antes de que charlemos quise escribirte esta carta.
Existen ciertos temas que quiero discutir contigo. Hice la lista. Son doce. Doce conceptos para poner sobre la mesa. Doce preguntas cruciales que todo hombre-HOMBRE deberá formularse alguna vez en la vida y que yo te voy a hacer. También te daré mis propias reflexiones al respecto; después quiero que nos reunamos a solas y me des las tuyas. Te voy a escuchar, pero primero voy a hablarte. Y tú me vas a escuchar. Me lo debes.
¿Comenzamos?
Pregunta crucial # 1
¿SERÁS CAPAZ DE APOSTAR TODO POR ELLA?
Hace varios meses supe que mi hija tenía un romance contigo.
Creí que se trataba de algo sin mucha importancia, o al menos prematuro. Hoy veo que no. Ayer platiqué con ella cariñosamente y pude detectar en su mirada un brillo de ilusión; está enamorada de ti, pero también tiene miedo. Aunque cree que eres el hombre de su vida, te ha notado inseguro y temeroso respecto a la ruta hacia la que vas a dirigirte.
Hay una analogía muy popular.
Explica la diferencia entre estar comprometido y estar involucrado. Seguramente la conoces; pero te la recuerdo:
Un cerdo y una gallina platicaban en el traspatio de la cocina. La gallina, muy oronda, presumía:
—Hoy, los dueños de la casa van a desayunarse huevos con jamón. De ninguna manera podrían comer ese manjar si no fuera por mí. Soy imprescindible, ¿no te parece, amigo?
El cerdo, contestó:
—Tu aportación es muy pobre, gallinita, porque esta mañana sólo vas a dar los huevos. Yo, en cambio, para que ellos tengan jamón, voy a dar la vida.
De eso quiero que charlemos, para empezar: ¿darás la vida por lo que amas o sólo pondrás los huevos? (En el buen sentido… y en el malo también).
Voy a hablarte un poco de tu novia.
La conozco mejor. Ella siempre ha sido soñadora. Le gustan las aventuras osadas.
Hace muchos años (era una niña con caireles) la vi jugando con avioncitos que sobrevolaban su habitación. Hizo que se lanzaran al vacío, en paracaídas, una Barbie y un Ken mientras el avión se estrellaba y la pareja de enamorados caían en una tierra extraña e inhóspita.
Aunque hoy la veas realizada, en el fondo sigue anhelando hallar al príncipe que la conquiste y con quien pueda lanzarse al vacío para emprender una aventura arriesgada y apasionante a su lado.
A eso me refiero con apostarlo todo.
La diferencia entre casarse y simplemente vivir juntos es una cuestión de actitud, tamaño de apuesta y nivel de compromiso.
Cuando un hombre-Hombre pide matrimonio...
Tácitamente le dice a la mujer: “Estoy dispuesto a todo por ti, vales la pena, me juego la vida entera con tal de estar a tu lado; quiero que crezcamos juntos, y lloremos juntos en los momentos difíciles y riamos en la prosperidad; quiero protegerte, cuidarte y darte lo mejor; imagino formar contigo una familia hermosa (¡claro que se puede!, ¿por qué no?), quizá con hijos a quienes cuidaré y guiaré ayudado por la compañera y complemento de mi vida”.
Cuando un hombrecito le pide que vivan juntos...
le da este mensaje: “Me reservo el derecho de arrepentirme sin dar explicaciones a nadie de nuestro posible fracaso, porque no estoy seguro de ti, ni de tu calidad como persona a largo plazo, ni de que me llenes lo suficiente; de modo que esto es una prueba (yo te voy a probar y tú a mí), serás mi mujer en exclusiva, me servirás y me darás tu cuerpo sin condiciones todas las noches (claro que tú también tendrás el privilegio de disfrutar el mío); si con el tiempo nos damos cuenta de que no pasamos la prueba, tú te vas por tu lado y yo por el mío sin que se te vaya a ocurrir exigirme derecho alguno”.
Con frecuencia las mujeres ACEPTAN y hasta PREFIEREN la unión libre, avalada por sus padres, no porque sea lo ideal para ellas, ni porque tal propuesta represente de forma remota su sueño de amor, sino porque ven al galán tan timorato, pusilánime y miedoso, que ellas mismas acaban dudando de lo que van a hacer…
¿Se vale dudar? ¡Claro!
¿Quién quiere casarse con un gallina?
¿Y quién quiere que su hija lo haga?
El matrimonio no es para cobardes ni para hombrecitos. Sino para hombres-HOMBRES: individuos preparados, valerosos y decididos a progresar, que se atreven a entregarse (con todos los riesgos que eso conlleva) a un nuevo horizonte de posibilidades infinitas.
Sí, es un paso importante que no debe darse a la ligera, pero cuando se cumplen ciertos principios básicos y se está dispuesto a hacer lo correspondiente por cuidar el proyecto con seriedad, es posible crecer en él y ser (ambos) profundamente felices.
ES CIERTO QUE MUCHOS NO SE CASAN PORQUE QUIEREN EVITAR Un divorcio.
En el divorcio, la autoestima se fractura, los sentimientos se laceran, la mente queda devastada (ante la evidencia de haber fracasado en el proyecto personal más importante) y la voluntad se debilita para tomar acción en futuras relaciones. Por eso muchos varones optan por pedirle a su novia vivir un periodo de prueba, en unión libre. De esa forma creen que si se separan sería menos traumático. Pero están equivocados. El divorcio duele, no porque se haya firmado un papel ante la sociedad, sino porque romper con una pareja con quien se vivieron relaciones de máxima intimidad afectiva y sexual, produce quebranto del alma: se pierde la confianza en el prójimo, en el amor, en la lealtad, y en uno mismo; se genera una sensación de haber desperdiciado parte de la vida (salud, dinero, dignidad, tiempo)… Y ese dolor les sobreviene igual, tanto a los que se unieron por todas las leyes como a los que se ligaron por un tiempo de prueba. De modo que si vamos a unirnos en pareja, es mejor apostar a ganarlo todo, que invertir a medias y de cualquier manera arriesgarlo todo.
Yo me casé muy joven.
Poco antes, recibí comentarios encontrados. La mayoría de mis amigos me aconsejaban: “No te eches la soga al cuello, vive tu vida antes de casarte, conoce el mundo, viaja; disfruta primero”. Pero estaba tan enamorado y convencido de haber encontrado a mi mujer, que les contesté: “Quiero vivir mi vida, con ella; conoceré el mundo, viajaré, y disfrutaré a lado de ella”. Algunos insistían: “¿Con qué dinero? No tienes los ahorros suficientes”. Y yo contestaba: “Ambos somos profesionistas, tenemos trabajo y proyectos, podemos generar dinero, y lo haremos mejor si unimos nuestras fuerzas”.
¿Mi reina y yo contábamos con las condiciones “perfectas” para casarnos?
¡Por supuesto que no! Pero estábamos decididos a trabajar por construir nuestro imperio. Aunque sabíamos que iba a ser muy difícil, el amor nos daba fuerzas y seguridad.
¡Cuántos hombrecitosponen como excusa el asunto económico para alargar sus noviazgos por años! Hacen esperar meses y más meses a sus novias con la excusa de que no cuentan con lo suficiente para darles “las comodidades que merecen”; dicen que la situación es cada vez más difícil y que están ahorrando; dicen que necesitan poner (o consolidar o remodelar) un negocio, o lograr un ascenso en su empleo o cambiarse de trabajo para estar en mejor posición de mantener su hogar; dicen que quieren terminar su maestría o doctorado o curso de inglés antes de dar un paso tan importante.
Con todo respeto, ¿a quién quieren tomarle el pelo?
Poner como excusa el tema del dinero o cualquier otro para alargar por años un noviazgo es una actitud cobarde. También promiscua.
VAMOS A PONER LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES.
De manera natural el DESEO SEXUAL de todo solterón que tenga dos testículos, será tan fuerte que él necesitará satisfacerse con prostitutas, masturbándose o buscando relaciones rápidas, tal vez con su misma novia, mientras APARENTA ser el “casto muchachito en espera de ahorrar lo suficiente para dar un paso formal”.
Los solterones que pululan por el mundo creen que la gente “se chupa el dedo” y que nadie se da cuenta de su sordidez.
ENTENDAMOS QUÉ ES TENER INTENCIONES SERIAS.
El hombre completo se casa, y no le hace perder el tiempo a la mujer. Si va en serio, lo manifiesta. Si no, la deja libre para que ella tenga la oportunidad de conocer a otras personas menos timoratas.
Así que, una pregunta elemental, antes de comenzar a charlar sobre lo que sería tu vida al frente de un hogar, es ésta:
¿SERÁS CAPAZ DE APOSTAR TODO POR ELLA?
¿Tendrás valor para asumir el compromiso?
¿No le harás perder el tiempo?
¿También anhelas formar una familia?
¿Estás dispuesto a ponerte el paracaídas y abandonar tu cómodo avión para arrojarte al vacío tomado de la mano de ella, sabiendo que la caída libre y el paisaje de los primeros instantes serán maravillosos e inolvidables, pero que llegarán juntos a colonizar una tierra virgen en la que ambos tendrán que trabajar en equipo y crear un imperio donde no había nada?
Si eres valiente, no vienes a robarle el tiempo, y estás dispuesto a apostar lo que eres y lo que tienes por forjar un proyecto de vida a su lado, sigue leyendo. De otra manera, ahórrate el trabajo. Tampoco tú pierdas el tiempo.
En otras palabras, sé honesto: conócela (tiene muchas virtudes, pero también defectos); haz que ella te conozca y cuando los dos estén conscientes de que se aman, no sólo por sus fortalezas sino también a pesar de sus debilidades, ¡tú, como hombre, toma una decisión de lo que vas a hacer!
Si decides formar un hogar, darás un paso valiente.
Aunque esta carta la escribo de hombre a hombre dirigiéndome a mi posible futuro yerno, he estado pensando que quizá en algún momento mi hija pudiera leerla. Quién sabe. Es el riesgo de las frases escritas. Si eso llegara a ocurrir, quiero aprovechar tu curiosidad, hija, para pedirte que realices la contraparte que te toca.
En este punto, si estás convencida de que has encontrado al hombre de tu vida, y él tiene una iniciativa de valor y honorabilidad, tómalo de la mano y ve con él a la aventura; apuéstalo todo para que se sienta confiado y comprometido con el paso que están dando. Dile cuánto lo amas. Dile que crees en él. Dile que todo va a estar bien.
Los hombres a veces somos más cobardes de lo que podemos admitir y gran parte de la seguridad al tomar decisiones importantes nos la brinda nuestra pareja.
Porque casarse no es fácil.
Pero al mismo tiempo es laaventuramás interesante y grandiosa que dos personas pueden enfrentar. Hablo de lo que sé, de lo que he vivido, lo que puedo testificar como verdad probada.
Muchos hombres dudan en dar ese paso como tú has dudado, porque consideran que será una carga muy grande para su progreso personal. También temen no poder sufragar los gastos implicados. Es entendible.
Amigo, la mayoría cree que para casarse se necesita tener mucho dinero. Pero no es así. Lo que se necesita es algo más intrínseco y sustancial.
Mira, ayer mi hija se acercó cautelosa a mi estudio. Me halló reflexionando. Me dijo con una voz dulce que la tratas muy bien y se siente feliz a tu lado. Le contesté que había elementos de análisis de mayor importancia para determinar si un hombre es adecuado para asociarse con él de por vida. Me preguntó cuáles. Pensé en los doce puntos de mi carta. Ella no sabe que te estoy escribiendo. Tarde o temprano se enterará… Contesté refiriendo uno de los elementos prioritarios. Le dije: “Debes observar su carácter; su potencial de progreso…”.
Abrió mucho los ojos.
De eso quiero que hablemos ahora.
Pregunta crucial # 2
¿TIENES BUEN POTENCIAL DE PROGRESO?
Cuando estuve en el hospital, pude hablar contigo.
Te sentaste en el sillón de visitas, junto a mi esposa; contestaste preguntas y platicaste sobre ti: Naciste en Sudamérica; tu padre le fue infiel a tu madre cuando eras niño y terminó abandonándola. Ella se volvió a casar con un sujeto machista y autoritario. Viviste una etapa de muchas humillaciones. Cuando ibas a la mitad de tu carrera universitaria, tu mamá falleció de cáncer y te quedaste solo con el padrastro maltratador. No aguantaste mucho. Huiste. Viajaste al norte. Hiciste una travesía por tierra durante varias semanas. Llegaste a México e ingresaste a una universidad privada, pero no podías pagar colegiaturas y gastos básicos, así que cometiste el error de pedir dinero a prestamistas de poca probidad. No cumpliste con los plazos que te impusieron. ¡Y entonces estabas ahí, en el sillón de ese hospital! Sin poder comprender cómo te salvaste de una paliza mortal, y cómo perjudicaste sin querer al hombre desconocido que se hallaba hospitalizado.
A mi esposa y a mí nos agradó tu honestidad. Detectamos cuánto habías sufrido, y decidimos ayudarte. En cuanto me dieron de alta, pagué la deuda de los usureros que te hostigaban y sufragué tus gastos universitarios. Con el tiempo me convertí en tu mentor. Hoy, de alguna forma, eres mi hijo por adopción, ¡y quieres convertirte en mi hijo político! ¡Bonita cosa! Al escribir esta carta percibo esa rara dualidad. Por lo pronto quiero hablarte más como padre y menos como suegro, porque los suegros “normales” sonarían impertinentes y groseros exigiendo parámetros de calidad a un posible yerno. ¡Pero yo sí quiero ponerte parámetros! ¡Te diré las cosas como son! Sin adornos ni máscaras. De entrada, aclaremos esto:
¡TÚ NO TIENES DINERO PARA MANTENER A MI PRINCESA!
¡No puedes darle el nivel de vida al que ella está acostumbrada!
¿Eso te descalifica para ser su esposo?
Veremos:
Sería injusto pedirte total solvencia económica.
El hombre joven se halla al inicio de su ascenso financiero. Nadie espera que sea rico. Tampoco su novia. De hecho, los recién casados empiezan desde abajo, construyen los cimientos; bajan ciertos escalones para poder organizarse. Duermen en una habitación austera, compran utensilios baratos, cocinan y comen en casa, viajan menos y se dan pocos lujos. Ambos redoblan su esfuerzo en el trabajo y se concentran en obtener mayores ingresos. Poco a poco las cosas irán cambiando y mejorando. Ése es el asunto en el que deberíamos enfocarnos: ¿Realmente las cosas mejorarán? ¿Qué tan rápido? ¿De qué manera?
Lo más interesante de un hombre joven no es cuánto dinero gana hoy, sino cuánto puede llegar a ganar mañana. Más que su capital económico, importa su carácter. Su capacidad para crecer a futuro.
Se llama potencial de progreso.
Pregunta para mí:
¿PREFIERO A UN YERNO MILLONARIO O UNO POBRE?
La familia de “Luis” era de estrato socioeconómico muy bajo. Pero Luis tenía mentalidad y carácter progresista. Estudió una carrera profesional y se especializó en finanzas. Su coraje por salir adelante y su forma de ver la vida lo llevó a ser acaudalado antes de los cuarenta años.
“Pedro”, por otro lado, hijo de un empresario rico, estudió en las mejores escuelas; toda su vida se rozó con gente de alta sociedad, tenía grandes contactos y mucho mundo; su padre le heredó una empresa... Pero Pedro era irresponsable, blandengue y adicto a los juegos de azar; a los cuarenta años había quebrado la empresa que le dieron y estaba lleno de deudas.
Para esposo de una hija, cualquier padre pensante preferiría a un hombre pobre, pero con potencial alto, como Luis, y no uno con mucho dinero heredado y potencial bajo, como Pedro.
Espero darme a entender: lo que importa de un hombre joven no es su cuenta bancaria sino “su madera”, corazón, visión y valor… La lista de atributos necesarios para poder progresar, sería muy larga. ¿Cómo resumirla? He pasado varios días estudiando el tema y ya tengo una respuesta clara.
El POTENcial de progreso de un hombre se mide con base en qué tanto es:
Preparado, Obstinado, Trabajador, Emprendedor y Negociador.
Cuando hice el análisis, resumiendo qué conforma el carácter de un hombre próspero, descubrí con asombro que los atributos necesarios para progresar tienen como iniciales las cinco primeras letras de la palabra potencial. Nunca quise inventar un acrónimo forzado. Pero me encantó la coincidencia porque así nos será más fácil recordarlo.
Hablando claro: a cualquiera que desarrolle las CINCO POTENcialidades de progreso, le irá bien, tarde o temprano. Quienes lo hacen desde temprana edad tienen mejores posibilidades de lograr sus metas pronto. Pero nunca es tarde. De hecho, un hombre-HOMBRE se ve obligado a crecer continuamente, sin importar que tenga ochenta años de edad.
Tu potencial de progreso depende del grado en que seas:
Preparado
- • ¿Qué niveles intelectuales has alcanzado?
- • ¿Cuáles son tus credenciales mentales?
- • ¿En qué te has entrenado?
- • ¿En qué eres experto? ¿Qué estudios tienes?
- • ¿Quéexperienciade valor has adquirido en la vida?
- • ¿Qué especialización has logrado o sigues perfeccionando?
El progreso exige preparación, no se da de forma automática. Para crecer hay que estudiar más, aunque seas adulto. Los hombres inteligentes cursan diplomados específicos, toman clases de actualización, llevan una libreta de aprendizaje diario. Leen libros (¡caray!, ¿cómo pueden muchos sujetos querer ser competitivos sin leer?).
OBSERVA ALREDEDOR. Las personas inteligentes y preparadas suelen cometer menos errores en la vida, toman mejores decisiones, dan pasos más sólidos; como capitanes no hunden sus embarcaciones y las llevan a mejores puertos.
Obstinado
- • Cuando te propones algo ¿eres aferrado, perseverante, terco, obsesivo, hasta lograrlo?
- • ¿No te conformas con la mediocridad y aspiras a más?
- • ¿Eres apasionado, al grado de que siempre encuentras soluciones a los problemas?
- • ¿Cumples? ¿Terminas lo que empiezas?
- • ¿Tus metas son altas y vas por ellas con todo?
Si a un obstinado le niegas algo y le dices que te llame después, te llama a los diez minutos, y a la hora, y a las dos horas; te manda mensajes, te escribe cartas, habla con tu jefe y con tus compañeros; hace que te lluevahasta que cedas. ¡No acepta un no por respuesta!
Los obstinados son grandes investigadores. Dominan el Internet. Se meten hasta la cocina cuando se trata de descubrir soluciones ocultas. Nada los detiene.
OBSERVA ALREDEDOR. Las personas obstinadas siempre encuentran un camino cuando los demás se dan por vencidos. Son las que consiguen lo que quieren, porque hacen que cualquier resistencia caiga.
Trabajador
- • ¿Eres aguantador en el trabajo?
- • ¿Sabes poner manos a la obra?
- • ¿Soportas jornadas extenuantes cuando se requiere?
- • ¿No te importa sufrir con tal de cumplir con tu labor?
- • ¿Te gusta estar presente, al pie del cañón, en tu negocio o empleo?
- • ¿Sabes meter las manos en la faena hasta que se te formen callos?
Los hombres trabajadores no se consienten y resisten la brega diaria; ven poca televisión, dejan de perder el tiempo. No se van a la cama sin estar exhaustos. Producen dinero con el sudor de su frente y con el hervor de sus neuronas.
OBSERVA ALREDEDOR. La gente rica no para. Aunque tenga el dinero suficiente para retirarse, disfruta hacer más y más cosas. Se siente mal si la obligan a estar sentada sin producir nada útil. Sabe que su tiempo es valioso y trabaja, trabaja, trabaja.
Emprendedor
- • ¿Eres agresivo en la creación de productos y servicios originales?
- • ¿Te mueves rápido y tienes iniciativa?
- • ¿Eres moderno, tecnológico, inquieto, ágil para inventar retos?
- • ¿No temes iniciar nuevos negocios, porque sabes que en alguno de ellos darás en el blanco, y que si te caes, te levantarás?
De nada sirve ser un genio preparado, obstinado y trabajar como hormiga, si sólo das vueltas en círculos. Para progresar en la vida, necesitarás iniciativa y valor, romper lo convencional.
Sin ponerte la soga al cuello con deudas, atrévete a llevar a cabo tus sueños de emprendimiento. Sé creativo. Pon manos a la obra y arriésgate más. Deja de agarrarte del barandal y echa a correr por el puente colgante. Confía más en ti. Sé más audaz. Decide. No seas lento ni miedoso.
OBSERVA ALREDEDOR. ¿Quiénes hicieron posible la existencia de la empresa donde trabajas, de la universidad donde estudiaste, del hotel en el que tomas vacaciones? ¡Hombres emprendedores! Ellos crean al mundo. Lo transforman. Por otro lado, los poco emprendedores se limitan a consumir y a hablar mal de los ricos.
Negociador
- • ¿Eres elocuente y sabes convencer?
- • ¿Aprovechas las “grandes oportunidades” de la vida hablando y negociando con las personas adecuadas?
- • ¿No tienes miedo a abordar gente importante o discutir?
- • ¿Qué tan persuasivo, convincente, sugestivo, expresivo, conmovedor y honesto eres al hablar?
Todos tenemos una personalidad visual —como te ven te tratan—, y una personalidad verbal-auditiva —como te escuchas te creen—. En otras palabras, tu integridad y poder para cerrar buenos tratos depende de tu personalidad verbal. Lo que dices y cómo lo dices.
OBSERVA ALREDEDOR. Las personas importantes saben hablar. Son buenos negociadores. Se venden bien. No tartamudean, balbucean ni se esconden cuando hay que decir unas palabras. Por el contrario, dan la cara; llaman por teléfono; organizan reuniones; toman el micrófono; ejercitan el hablar fuerte, claro, con volumen más alto del normal; miran de frente; saludan con firmeza; preparan sus reuniones de negociación; aprenden términos técnicos y datos interesantes para decirlos en el momento adecuado; llevan un plan de lo que quieren expresar y hablan; hablan con soltura, con elegancia, con determinación… Si es necesario, toman cursos de oratoria, ventas, asertividad, y mercadotecnia personal.
Repasemos.
Tu capacidad para prosperar depende de que seas altamente:
PREPARADO
OBSTINADO
TRABAJADOR
EMPRENDEDOR
NEGOCIADOR
Así que, hijo:
¿TIENES UN ELEVADO POTENCIAL DE PROGRESO?
¿Cómo te evalúas?
Te conozco y, a ojo de buen cubero, sé que estás por encima de los hombres promedio en algunas áreas; sin embargo también sé que puedes mejorar en otras. No te diré en cuáles; ni ahora ni en el futuro. Si llegas a casarte con mi princesa, jamás fungiré como vigilante de tu labor. A los hombres no nos gusta que se nos esté evaluando. Aunque soy tu papá, también sería tu suegro. Y a los suegros uno los quiere al margen. Pero evalúate tú mismo. El asunto de quién eres y hacia donde te diriges, es un parámetro de estricta revisión personal. Eso sí, te lo digo con certeza: Si te va mal económicamente es porque algo está fallando en tu POTENcial de progresar. Y viceversa, lo puedo afirmar como principio de verdad: A cualquier hombre que mantenga altos estándares en ser preparado, obstinado, trabajador, emprendedor y negociador, le irá bien.
Palabras para ella
Sigo pensando que si por error o no, hija, algún día llegaras a leer esta carta dirigida a tu posible futuro esposo, no debes usarla para juzgarlo sino para asumir la parte que te corresponde.
Cuando se casen, él tal vez se sienta desesperado por progresar con rapidez. Apóyalo en su trabajo o negocios. Si lo ves ocupado en algo que considere importante, no le exijas que te atienda “a como dé lugar”. Dale tiempo y libertad de acción. Sé paciente y comprensiva.
Por otro lado, no hay ninguna diferencia de géneros en cuanto al POTENcial de progreso. También tú tienes retos similares. Prepárate; estudia más cada día. Sé obstinada hasta lograr meta altas. Sé trabajadora al grado de quedar exhausta, si es necesario, por cumplir cabalmente tus compromisos. Sé emprendedora creando ideas originales para nuevos negocios. Sé negociadora y convence a los demás cerrando buenos tratos que beneficien a tu familia.
Tú serás socia con tu esposo. No puedes fallar en hacer tu parte.
Más adelante hablaremos sobre el manejo del dinero en el matrimonio. Si ella tiene ingresos, ¿cómo se deberían usar idealmente? ¿Quién y cómo paga cada cosa?, ¿cómo hacer presupuestos, generar ahorros y fundamentar un patrimonio? El asunto económico es de vital importancia para la pareja. Aunque no lo creas ocupará uno de los lugares prioritarios en sus conversaciones de por vida. Pero eso requiere otro análisis distinto (lo haremos al final de esta carta). Por lo pronto, amigo, comprende que los hombres somos el ancla en los vendavales, y tú debes ser capaz de brindar estabilidad económica y emocional a tu reina, tanto en tiempos de vacas flacas como de vacas gordas. Sabes a qué me refiero.
Tú no viviste esa estabilidad en tu hogar.
Cuando tengas una familia ¿podrás trabajar mucho sin perder la visión del por qué y para qué lo haces?
De eso hablaremos ahora.
Pregunta crucial # 3
¿SABRÁS GENERAR CALIDAD DE VIDA?
Estábamos solos en ese cuarto de hospital cuando me contaste tu pasado.
Derramaste lágrimas de hombre porque no habías alcanzado tus sueños de progreso. También me pediste disculpas por haber propiciado el evento en el que un sujeto armado me disparó. Conmoviste mi corazón. Supe que vivías precariamente y te ofrecí hospedaje en un departamento adjunto a mi casa, con la condición de que le hicieras mantenimiento. Te aprestaste a resanar, pintar y arreglar la plomería del lugar. Lo dejaste como nuevo. Al principio fuiste sólo nuestro huésped en el sitio de visitas, pero con el paso del tiempo te convertiste en parte de mi familia. Un par de años después terminaste tu carrera profesional. Mi esposa y yo estuvimos ahí, en la ceremonia de entrega de diplomas, haciendo el papel de padres. Mi hija te dio unas flores de felicitación al graduarte, pero no como tu hermana adoptiva, sino como tu amada secreta.
Pensé que regresarías a tu país. No lo hiciste. Te colocaste como empleado en una empresa bursátil. Dijiste que necesitabas titularte y ganar dinero para pagarme todo lo que hice por ti. Sin embargo, hasta la fecha no has obtenido el título y te veo cada vez más agobiado. No tienes tiempo de nada. No has podido estudiar una maestría o un diplomado. Al paso que vas, terminarás neurótico, dando vueltas en círculos, descuidando a tu reina y poniendo en riesgo tu relación de pareja.
Hijo, eres muy joven y ya se te está cayendo el pelo. ¡Te encuentras inmerso en una rueda laboral sinfín que te causa zozobra y parece no llevarte a ningún lado!
Al principio de mi matrimonio yo era así.
Trabajaba de sol a sol. Cuando llegaba a casa estaba tan agotado que únicamente quería descansar. Exigía silencio absoluto. Todo me irritaba. Emocionalmente me sentía solo. Mi esposa se acercaba a mí para tratar de platicar, y yo le pedía, prácticamente, que me dejara en paz. Debía levantarme temprano al día siguiente.
Aunque era un trabajador perseverante, no tenía salud. Vivía exhausto.
Es la historia de muchos hombres. La mayoría.
¿Cómo se logra el equilibrio cuando hay tantos compromisos de pago y todo el peso de solventarlos recae sobre el varón?
Ésta es otra pregunta crucial:
¿SABRÁS GENERAR CALIDAD DE VIDA?
Yo entendí con los años, que el equilibrio es indispensable para darle estabilidad al hogar. Y el equilibrio se conforma de dos aspectos:
- 1. Productividad en el trabajo: Logros y crecimiento profesional constante.
- 2. Tiempo libre: Una vida privada de pareja intensa y completa.
Por lo regular, la mayoría de los hombres que intentan (a veces ni siquiera eso logran) tener progreso en el trabajo, sacrifican el tiempo libre al grado de acabar con su vida privada, y viceversa. Muy pocos consiguen el equilibrio. Las familias de hoy casi no conocen la calidad de vida. Yo aprendí a lograrla usando una fórmula infalible. El Método Timing para optimizar cada minuto del día. Es, de hecho, una filosofía de vida. Aunque tú necesitas estudiarla a fondo, te diré las bases.
En la ingeniería del Método Timing, decimos que los seres humanos podemos trabajar en diferentes niveles de ritmo: 20%, 40%, 60%, 80% y 100% de nuestra atención y capacidad.
Para lograr tiempo libre por las tardes, es necesario que durante las jornadas de trabajo matutino te concentres en arrancar rápido y alcanzar un ritmo alto,es decir 80% a 100% de tu concentración y eficiencia.Primero realiza una planeación clara de tus metas priorizadas, es decir, analiza qué de todo lo que haces te produce el mayor retorno o utilidades, y ve por esas metas con decisión y movimiento máximo hasta alcanzarlas. Se trata de lograr inercia productiva. Sin ella, ningún hombre puede llegar al equilibrio de la calidad en su vida privada.
Para que me entiendas mejor, imagina esta escena:
Un tren de 3,000 toneladas avanza a toda velocidad sobre la vía. El día anterior varios albañiles construyeron un muro de ladrillos, reforzado con columnas de concreto en medio de una larga recta sobre las vías. Visualiza ese tren con sus 30 vagones aproximándose a 80 kilómetros por hora. ¿Qué sucederá cuando se encuentre de frente con la pared? ¡El tren destruirá el muro y seguirá su camino como si nada!
A eso se le llama poder de inercia.
Ahora imagínate el pesadísimo tren detenido en la estación. Unos niños le ponen polines de madera en las ruedas. Cuando el maquinista eche a andar los motores y trate de avanzar, la mole no se moverá. ¡Unas maderitas lo estarán deteniendo!
La inercia le brinda poder a cualquier objeto y lo hace imparable en su trayectoria.
Lo mismo pasa con las personas.
Gran parte de tus problemas en la vida se resolverán si logras generar inercia productiva.
¿Cómo?
En primer lugar recuerda que el tiempo es tu activo de mayor valor. Si pierdes tiempo, pierdes dinero.
Cada mañana, con objetivos claros, ataca los desafíos más importantes hasta terminarlos. Planea agresivamente, haz llamadas, negocia con eficiencia, convoca a gente, resuelve problemas. No desperdicies minutos valiosos en los intervalos entre una actividad y otra; no postergues, decide y actúa rápido, contagia tu alto ritmo productivo al equipo; mantente sonriente, disfruta lo que haces, produce mucho, logra más que cualquiera, ¡añade valor a todo lo que tocas generando ganancias económicas para tu organización y para ti!
La inercia productiva te hará imparable.
¿Y todo eso, con qué propósito?
¡Para que puedas detenerte a las 6 de la tarde, cambiar de chip, y dedicarte a ti mismo, y a tu familia!
¡Establece un límite de horario en tu trabajo productivo! Incluso programa una alarma. ¡Cuando suene el reloj, deberás haber logrado todas las metas profesionales importantes del día! ¡Frena!, ¡cambia de ritmo!, ¡cambia de ropa y vuelve a ser un niño o un joven enamorado!
Como buen hombre, debes tener dos chips intercambiables. El de máxima productividad y el de gozar tu vida privada.
Date cuenta:
El hombre improductivo es como un tren detenido; los problemas le parecen enormes y no resuelve ninguno; cuando llega a la casa irradia estrés y quiere continuar trabajando hasta altas horas de la noche.
El hombre productivo, en cambio, es eficaz y logra un ritmo 80-100, como tren en movimiento, enfrenta problemas, derriba muros, logra resultados y se siente tan satisfecho (cansado, pero feliz) que apaga la computadora por la tarde y genera tiempo de calidad en su matrimonio.
Voy a decir algo que podría ofender a muchos adictos al trabajo. Pero es verdad.
Una persona que trabajas de más, a deshoras, rompiendo el equilibrio en su calidad de vida, tiene cualquiera de los siguientes tres defectos:
- 1. Es ineficiente durante el día: como tren detenido, no logra un ritmo productivo en la jornada de trabajo normal.
- 2. Es neurótico: no sabe manejar sus emociones u obsesiones.
- 3. Trabaja para un explotador: debería buscar otro empleo.
Me gusta la analogía del chip mental, que como el chip electrónico contiene toda la programación para que un aparato logre determinado propósito.
Enseña a tu esposa a CAMBIAR EL CHIP
A una determinada hora del día, bloqueen mentalmente todo lo referente al trabajo y concéntrense en actividades familiares. Apaguen el teléfono o no contesten llamadas de negocios. ¡Acostúmbrense y acostumbren a sus conocidos a no mezclar los tiempos! Cuiden su vida personal y de pareja. Creen momentos mágicos. Disfruten haciendo ejercicio físico, viendo un partido, saliendo a un parque con sus hijos, gozando un atardecer, tomando masaje en un spa, yendo al cine, haciendo el amor sin prisas, concentrados en los detalles más románticos.
El tiempo de tu vida personal y familiar no es negociable. No puedes venderlo ni cambiarlo por dinero.
Ahora, comprende algo más: Dormir no es vivir. Aunque necesitas dormir para vivir, sólo se vive despierto. ¡Trabaja duro y gánate los momentos mágicos diariamente, sin llegar a ellos hecho una piltrafa que sólo quiere echarse a roncar en la cama! Un buen matrimonio requiere inteligencia y energía. Tú tienes ambas.
Haz un esfuerzo especial
por mantener vivos los detalles
La mayoría de los hombres, con los años, nos convertimos en seres grises, monótonos, aburridos. No te lo permitas.
Sé creativo.
- • Invita a tu esposa a cenar a diferentes restaurantes; no siempre al mismo.
- • Llévala a sitios exóticos; planea con ella actividades novedosas.
- • No dejes de regalarle flores; simbolizan que ella es digna de seguir siendo cortejada y conquistada.
- • Escríbele notas o cartas de amor. Aunque te suene cursi, de vez en cuando deja un escrito romántico en su bolso o junto a la taza de café… Escríbele mucho. Siempre que puedas, pero hazlo sólo para elogiarla, alimentar su autoestima y alegría; si tienes algún reclamo nunca lo pongas en papel.
- • Llámala por teléfono sorpresivamente; dile cosas como: he estado pensando mucho en ti, y sólo te hablo para decirte que eres una gran mujer, tienes cualidades extraordinarias… —enuméralas—, te admiro, te amo y me siento un ser privilegiado por ser tu esposo. Usa el teléfono como un arma de conquista.
- • Aunque te disgusten las festividades comerciales, son importantes para ella. No dejes de darle un detalle el día del amor, el día de las madres, el día de las princesas sublimadas o cualquier otro día que sirva como pretexto pare recordarle que la amas.
Yo tardé mucho en entender todo esto.
Causé angustia a mi bella mujer en el proceso. Y fue injusto. Ella no se merecía pasar por todo el estrés de tener que lidiar con un hombre desequilibrado que trabajaba como maniático y no sabía generar calidad de vida.
Hoy la pregunta más importante que me hago cada mañana, al levantarme y mirar a mi reina junto a mí, es esta: ¿Cómo puedo hacer mejor la vida de esta mujer?
Algunos todavía creemos en los cuentos de hadas. Creemos que nunca es demasiado tarde ni demasiado temprano. Y luchamos por hacerlos realidad. En su honor.
Palabras para ella
Muchas mujeres, cuando su esposo llega del trabajo, lo reciben histéricas, desarregladas, con quejas, asperezas, frialdad y mal humor.
Hija. La calidad de vida también la propicias tú. Debes lograr un ritmo productivo 80-100% en tus labores del día, estar satisfecha de los resultados ¡y libre a determinada hora para disfrutar a tu marido!
Aunque eres una persona muy ocupada, al momento en que él y tú se hayan puesto de acuerdo en cambiar el chip, asegúrate de hacerlo y estar lista. Acepta siempre que te invite a cenar, al cine o a caminar. No lo abrumes con problemas pendientes o temas irritantes; no chatees en el teléfono cuando estés a su lado, no trabajes a deshoras; no pongas a nadie, ni siquiera a tus hijos, como prioridad por encima de él.
Siempre que puedas, agradécele su esfuerzo por brindarte calidad de vida, elógialo y bríndale detalles. Cuando sea tiempo de disfrutarse mutuamente concéntrate y entrégate por completo.
Hijo.
La familia bien fundamentada y dirigida hace que la existencia de los dos sea más feliz. Desgraciadamente en muchos casos sucede todo lo contrario. Se genera un cuento de terror, una existencia de pesadilla.
Al escribirte sobre la calidad de vida, ha venido a mi mente un tema conexo que me alarma.
Tu pasado.
Sé que en tu juventud fuiste víctima de maltrato emocional. De niño sufriste el abandono de un padre indiferente y después, los gritos de un padrastro autoritario. Ahora me pregunto cómo serán tus reacciones en los momentos de ira o frustración. Porque la mente humana es traicionera y los patrones subconscientes tienden a salir a flote cuando perdemos el control. Si las heridas del alma no han sanado bien, la persona repite los modelos de conducta que observó. El niño maltratado suele convertirse en adulto maltratador.
De eso quiero que hablemos ahora. Si tienes el valor.